miércoles, 25 de marzo de 2015

Symi, el último secreto del Egeo




Por  Josep A. Borrell, Periodista e historiador.


Quizá no se encuentre ya ninguna isla como Symi en todo el Egeo. Se las han tragado el progreso y la especulación inmobiliaria, la avaricia de sus moradores y los cazadores de fortuna, o sencillamente el signo de los tiempos. Symi es extraordinaria, alegre, vital y, sobre todo, muy mediterránea. Pero a la vez –no se lo van a creer– furtiva y prácticamente virgen.

Además, solo se puede llegar a ella por mar, como debe ser. Las islas deberían tener prohibido disponer de aeropuertos (qué egoístas que somos, a veces, los viajeros), y por tanto solo se puede acceder a ella navegando, lo más fácil desde una nave que parte de Rodas tras dos horas de pasaje (www.anek.gr) aunque también haya transporte desde las vecinas costas de Turquía.

Desconocida por las agencias de viajes
Situada cerca de la inmortal Rodas y a pocas millas náuticas de la península de Anatolia, las emociones que provoca atracar en Symi son difíciles de calificar. Pocas islas provocan mayor sensación de bienestar que ésta al desembarcar en ella. Symi es realmente un secarral, una isla de secano más parecida a los Monegros, con mar, que a cualquier otro paraíso citado por Homero.



Pero Symi es increíblemente bella. Al llegar a puerto se respira un aire especial, la sorpresa de descubrir un paraíso desconocido, la armonía de unos colores, la paz por haber llegado a un lugar con una personalidad peculiar que no se es capaz de describir inicialmente. Una vez en tierra, paseando por las pocas calles de su principal localidad, Gialós, se percibe la huella de varias décadas de presencia italiana y su natural e intuitivo instinto por la bellezza, algo que los ibéricos jamás alcanzaremos. Tenemos otras virtudes, eso sí.

En cualquier caso, y pese a la infl uencia italiana y a la cercanía con Turquía, Symi es una isla genuinamente griega. Y como somos un pueblo del Mare Nostrum, no les quepa la menor duda que al llegar a ella se sentirán como en casa. Los griegos de las islas del Dodecaneso son muy hospitalarios, especialmente con sus compadres de la lejana Iσπανία y eso incluso suponiendo que el viajero no sepa ni un solo vocablo de griego. Unos valores que jamás serán entendidos en la cancillería deBerlín, el barrio londinense de Chelsea o en Wall Street.

Hoy desconocida por las agencias de viaje, la isla vivió un apreciable esplendor durante el siglo XIX, cuando sus pescadores y mercaderes lograban vender las increíbles esponjas naturales de este litoral al mismísimo sultán de Estambul y a las mejores casas de Occidente. Pero su mayor don no es de este mundo –¡ay!, y aquí empezamos a descubrir el porqué de su carácter–.

La isla de las “Tres Gracias”
Symi fue el enclave escogido por la antigua mitología griega como lugar de nacimiento de las Cárites, o dicho de otra manera  las diosas del encanto y la alegría. De menor a mayor: Aglaya (la “belleza”), Eufrósine (“el júbilo”) y Talía (la “felicidad”), las tres Gracias que tanto retrataron artistas como Rafael, Botticelli, Rubens o Antonio Canova.

El misterio de Symi, por tanto, empieza a resolverse. La madre naturaleza fue generosa con Symi, y uno entiende porqué la mitología griega, en el fondo, no inventaba nunca nada. Solo traducía al lenguaje de los hombres los códigos de nuestro entorno. Por eso las “tres Gracias” solo podían nacer aquí, en una isla adorable y excepcional. Si no Zeus no hubiera permitido que aquí nacieran tres de sus hijas más “agraciadas”.



Como a Symi hay que ir en vacaciones, hay que darse un chapuzón de tanto en tanto. En la isla se encuentran  una docena de playas prácticamente intactas, con unas casi imposibles aguas cristalinas, como aghios Giorgios Dysalona solamente accesible por mar. También son recomendables aghios Vassilios, Giala, Nanou Beach o Aghios Emilianos.

Por su parte, el hombre, sumiso con los dioses pero también inteligente, ha regalado asimismo bienes a Symi con una bella arquitectura insular que se encuentra en numerosas capillas diseminadas por la isla; el kastro de los Caballeros de San Juan, las angostas callejuelas de Horio, sin olvidar una vieja farmacia del siglo XIX, y un pequeño pero acogedor museo naval que desde 1983 cuenta las hazañas de esta tierra y sus aventuras. Aunque el mayor de los monumentos de la isla sea el monasterio de Panormitis, una auténtica institución para los marineros del Egeo.

Una isla, desde luego, para olvidarse del mundanal ruido y soñar que todavía existe el Olimpo, el hogar de los dioses. Un paisaje de secano y una ciudad colorida atrapan al viajero. Luego hay que ir en busca de una docena de playas prácticamente intactas, con aguas cristalinas, que solo son accesibles desde el mar. Y para cuando tengan hambre, una buena recomendación:  Manos Fish, en el puerto. Una auténtica  comida marinera. Tras el obligado café y la copa de ouzo se sentirán los hombres más dichosos del Planeta.

Autor: Josep A. Borrell, Periodista e historiador, para www.greciainfo.com.